Tsunami en Sri Lanka 7

Como ya saben estamos preparando la documentación para ser enviada a los Clubes, entre las cosas que vamos a enviar hay una serie de artículos escritos por una famosa periodista Escocesa, que se fue de viaje con Jesús en Sri Lanka. Lo vamos a enviar en Inglés y lógicamente traducido al Español, para que puedan ser utilizados en ambos idiomas. Lo va a recibir el presidente de tu Club, y será enviado impreso además en un disquete para que podéis sacar las copias necesarias para entregarlas a los medios de comunicación de vuestro entorno. Piensen que a los medios de comunicación hay que darles el trabajo hecho. Insisto que es un material muy valioso e interesante y sería muy triste no aprovecharlo para sacar fondos o simplemente promocionar nuestra Asociación en la comunidad. Nunca nos hemos involucrado en un proyecto de estas dimensiones, ni creo que nuestra Fundación en su larga historia haya jamás comprometido 5.000.000 de Dólares en un proyecto de reconstrucción. Podemos decir muy alto que vamos a construir muchas casas, cuantas más mejor. ¡Esto depende de todos nosotros!

SRI LANKA

De las vigas que en su tiempo fueron parte de un hogar cuelga ahora una pierna humana truncada. Gira y se mueve con la brisa, envuelta en un misterioso silencio y descomponiéndose con el calor abrasante. Nadie en esta aldea perdida al norte de Sri Lanka sabe a quién perteneció. Andan muy ocupados en sobrevivir entre las ruinas en las que 200 cuerpos desaparecieron con el tsunami que se llevó la mayor parte de la costa de este paraíso tropical. Tres meses después del desastre, las víctimas de la tragedia siguen intentando reconstruir sus vidas.

Tal y como pudimos comprobar, dondequiera que uno vaya se encuentra una imagen humillante de supervivencia entre esta gente destrozada que sólo intenta salir del paso cada día.

En los momentos posteriores a la catástrofe hubo confusión y caos. Las víctimas atónitas por la pérdida de tantos seres queridos intentaban comprender lo que había pasado, pero es ahora con el correr del tiempo cuando realmente empiezan a sentir la intensidad del dolor y del sufrimiento.

Encontramos a estos refugiados en un campamento provisional cercano a la aldea de Pasikudah, camino de Trincomalee que fue donde la ola destrozó puentes y carreteras haciendo más difícil aún la labor de distribución de ayuda humanitaria. A tan sólo unos metros de las frágiles casetas están los escombros de lo que en su día fueran sus casas. Todos sus habitantes dependían de la pesca y lo han perdido todo con el desastre. Los vecinos buscan entre los escombros intentando recoger algo que les pueda servir y llevárselo a su campamento. Hay fantasmas por todas partes. Recogimos un álbum de fotos entre las ruinas que nos mostró la importancia de la vida en esta comunidad de vecinos: apenas se puede ver la imagen de tres niñas sonriendo en una de las fotos empapada por la ola. Ellas, al igual que la mayoría de los vecinos, siguen desaparecidas.

En el campamento, el humo de las hogueras continua ascendiendo mientras los pocos pescadores que quedan reparan sus redes en la esperanza de poder trabajar de nuevo. Uno de ellos nos dijo:” No tenemos nada. Hemos perdido a 200 de nuestra gente y todos seguimos intentando comprender por qué pasó esto. Es terrible, lo único que podemos hacer es vivir el día a día. Apenas se nos ha ayudado y por eso estamos queriendo sobrevivir por nuestra cuenta. Cada día es un apuro.” Dentro de sus penas, los vecinos intentan sobrevivir con lo que tienen pero no tienen nada sino lo puesto. Lavan a sus hijos con calderos de agua y les quitan los piojos del pelo para evitar inevitables infecciones a estos niveles de miseria. Son gente digna y orgullosa que no están acostumbrados a vivir así y aunque hacen lo imposible por tener sus casetas limpias resulta imposible con estos calores y falta de higiene. Quieren contarnos una y otra vez cosas sobre sus hijos y seres queridos a quienes nunca más volverán a ver.

Una mujer perdió a su hija y a su yerno. Con los ojos envueltos en lágrimas abraza una foto y nos dice: “Lloro por ellos día y noche. Todos lloramos porque en todas las casas alguien ha perdido algún ser querido. Cuando veo su foto sigo sin creer que no volveré a verlos.” Relatos como este abundan por todos los sitios. Relatos increíbles de supervivencia como el del niño de 10 años que conocimos en un campamento de Kalmuni, distrito de Ampara: Janathanan estaba en la escuela dominical cuando la ola se llevó a 38 de sus compañeros. Sobrevivió subiéndose a un árbol. Aquella tarde encontró a sus padres muertos en una camilla del hospital. Ahora se encuentra solo y juega en el campamento en pijama-camiseta y pantalón corto raídos. Un amigo de la familia que lo cuida dice que no menciona a sus padres pero les habla cuando esta dormido.

Hay que preguntarse dónde está la ayuda para esta gente. Aun teniendo en cuenta la magnitud de la tragedia y los problemas logísticos en hacer llegar ayuda a sitios remotos, en todos las zonas afectadas que visitamos durante dos semanas poco parece haberse hecho. Hace tan sólo unos días el actor escocés David Hayman expresó su preocupación llorando durante una visita a un campo de refugiados al sur de Colombo. Aunque algo de ayuda urgente se ha hecho, por ejemplo las tiendas de campaña para aldeas, aseos y facilidades escolares, quedan miles de refugiados que siguen sin tener nada.

Viajamos de Galle (sur de la isla) a Trincombe (norte) y en toda partes los refugiados están haciendo cola en las oficinas del gobierno. Les dan dinero para poder comprar alimentos de urgencia pero cada familia sólo recibe 5000 Rupies para rehacer su vida.

Sri Lanka esta pactando con organizaciones no-gubernamentales para llevar a cabo proyectos de reconstrucción. Existen muchas organizaciones privadas y gente de negocios, algunos de ellos turistas que solían visitar el país, que dedican parte de su dinero a ayudar a los pueblos y escuelas. Conocimos a un viejo empresario alemán que solía venir aquí de vacaciones con su familia y que se ha gastado una pequeña fortuna en ropa para los niños afectados. A sus 71 años viaja por el país entregando la ayuda personalmente para asegurarse así de que la reciben los necesitados.

Otros envían redes para mosquitos toda vez que la malaria abunda por las condiciones en las que quedó todo al paso del tsunami, pero lo que la gente necesita son casas, no redes para mosquitos. El Club de Leones Internacional se ha comprometido a construir 4000 casas y están organizando colectas mundialmente para ello. Una vez hecho el trato del terreno con el gobierno ya han empezado los trabajos en algunas de las zonas más afectadas. El proceso de reconstrucción va a ser largo y duro. Las últimas cifras fijan en casi 31.000 el número de fallecidos en Sri Lanka con casi medio millón de personas sin hogar. En el distrito de Ampara cerca de 10.000 personas fallecieron. En Putovil, una de las zonas más afectadas, la ola se llevó escuelas y casas. En otro pueblo cerca de Kalmunai no quedó nada y la gente está desolada. Un padre nos comentaba: “Solemos escuchar una y otra vez que se ha recaudado mucho dinero y que nos darán una casa nueva, sin embargo no vemos nada. Bajamos al pueblo a diario y nos dan arroz y otras cosas pero seguimos volviendo a nuestras tiendas de campaña. No parece que se haga nada. ¿Dónde está el dinero? ¿Cuándo lo veremos? “

Tal vez alguien pueda contestarle pronto.

(Final) Anna Smith. Traducido por Franco Rey

Fecha del Correo 20/03/ 2005